miércoles, 14 de octubre de 2009

Asociación Asturiana de Amigos del Pueblo Saharaui
















Pasados ya los meses de verano y los más de trescientos cuarenta niños procedentes de los campamentos de refugiados saharauis vuelven al encuentro de sus familiares. Más de dos meses de integración con familias asturianas han dado para mucho dentro del programa Vacaciones por la Paz organizado por la Asociación Asturiana de Amigos del Pueblo Saharaui.
Estos niños y niñas son los desheredados de su territorio y a la vez embajadores de la causa de su pueblo, a través de ellos dan a conocer su cultura y hacen recordar la situación en la que se encuentran desde hace más de 30 años, cuando el Sahara occidental fue ocupado por Marruecos tras la retirada de España y que supuso para ellos la represión y el exilio, reivindicando desde la Asociación como objetivo fundamental su derecho a volver a ocupar el lugar que les corresponde.
Pero aquí todo es distinto. Las continuas actividades lúdicas y educativas, encabezadas por el delegado saharaui Abdu Mohamed Fadel, a las que se prestaron las familias de acogida, con el fin de hacerles la estancia lo más agradable posible, la calidez prestada y nuestra cultura, les hicieron olvidar toda la escasez que pasan en sus lugares de origen, aunque siempre marcada por la lejanía de sus seres queridos y sus costumbres.
También proporcionan a los niños una asistencia sanitaria especializada de la que no disponen en los campamentos de refugiados. En este sentido se les realizarán diversas revisiones con el fin de detectar y prevenir las posibles carencias sanitarias y nutritivas que padecen estos menores. Además de posibilitarles el perfeccionar el castellano como segunda lengua oficial.
La noreñense Belén Cueva es una de las responsables de la asociación en el centro de Asturias, lleva dieciséis años acogiendo niños y lo considera una experiencia gratamente enriquecedora, aunque sabe que cada año tiene que sacrificarse con su familia para atender bien a los niños. Este año ha tenido a dos: Brahím con doce años, del campamento de Dajla y a Fadah, del campamento 27 de Febrero. Brahím lleva viniendo varios años, y su primera acogida no fue nada reconfortante, la familia lo devolvió a la asociación alegando falta de integración, pero ahora es distinto. En todo el tiempo que lleva con la familia de Belén lo han visto crecer, aunque este año viene mejor que le anterior, pues necesitó ingresar en el Hospital de Oviedo para poder quitarle un tipo de bacteria que le atacaba en las paredes del estómago. Y aunque su peso y estatura no corresponde con los 12 años, si admite mejor los alimentos. En este verano ha crecido dos centímetros y ha cogido cuatro kilos y medio.
Ahora se han ido y volver a la rutina cotidiana sin ellos será difícil para la mayoría de las familias asturianas, muchos de los niños no podrán volver dentro del programa porque el año próximo cumplirán los doce años, edad máxima para ser acogidos, como es el caso de Brahím. Pero está programado a finales de año una visita a los campamentos de refugiados de Tinduf, donde se reencontrarán de nuevo. Belén suele llevar material y algo de dinero para las familias de los niños que ha acogido en todo este tiempo, tiene que prescindir otro año más de las vacaciones con los suyos para poder estar con ellos. Pero vuelve a merecer la pena, su marido y su hijo lo saben y también así lo quieren, dicen que como experiencia es única y ya no entenderían un verano sin los pequeños.
Hay un dicho en el Sáhara: “Quien va al desierto repite porque te engancha”. Belén afirma que lo que le enganchó a ella fue el Pueblo Saharaui y sobre todo la mirada de los niños.

Miraflores
















Miraflores es un palacio. Miraflores es un lugar para la convivencia. Un caramelo urbanístico muy apetecible. Es un hogar para adolescentes con diversos problemas familiares de entre 12 y 17 años. Ha sido un reformatorio, cruz que todavía no se ha quitado, es un centro de menores que se ha convertido en un experimental centro de contención. En su entorno siempre ha sido una piedra en el zapato. Aquí realizan su trabajo vocacional varias personas que hacen la labor de educadores. Su sueño es que los chavales con los que conviven puedan integrarse en la sociedad con totales garantías; una labor dura, muy dura, con grandes altibajos emocionales para poder integrar una vida. Una vida que muchos tratan de asfixiar, a lo mejor sin pretenderlo, simplemente por desconocimiento de la realidad, o por no querer conocerla.

Esta reflexión es tratada en profundidad en el trabajo documental que esta desarrollando el director de cine noreñense Samu Fuentes, en fase de post producción, y que viene a describir el arduo trabajo de los educadores del Centro de Acogida de Menores sito en Noreña y su relación con los chicos y chicas que pasan largos periodos allí. Un trabajo muy poco reconocido pero muy apreciado por los cientos de niños que ahora están en un entorno familiar muy distinto al que tuvieron en su día, y que les ha llevado a pasar su infancia con unos total desconocidos, fuera de su lugar de nacimiento y, como en el caso del marroquí Saíd, llegado en patera desde Marruecos, a un país que no es el suyo. Sus educadores se desviven por ellos, desarrollan un trabajo que no va a la par de la jornada laboral. Los problemas no se quedan en la mesa de trabajo a la hora de regresar a casa, sino que les acompañan hasta allí. Su trabajo se mezcla con su vida y su familia, aunque no quieran, muchas veces condicionándola. El trabajo es duro, gratificante por momentos y frustrante en otros. Algunos de los educadores ya no están conviviendo con ellos, ante los cambios que se avecinan les dieron la oportunidad de pedir traslado y la aceptaron. Los demás conviven desde hace muchos años, algunos más de 20, con personal del centro y por supuesto los muchachos. Es una convivencia total en un entorno propicio para ella, tanto a nivel humano como de espacio.

El lugar donde se desarrolla a diario esta labor se ubica en la finca palaciega de “El Payarón” en el cual se encontraba el famoso roble bajo el cual le agradaba estar a Álvaro Flórez Estrada, “El sabio de Europa”. Alberga el palacio de corte “herreriana”, adosada a él la capilla de San Joaquín, también cuenta con una antigua panera, palomar, piscina y establos. Son solo un puñado de niños y niñas para tal impresionante finca, y esto es aprovechado por algunos para intentar realojar a sus inquilinos en otro lugar, argumentando que “por el dinero que costaba mantenerlos sería más barato pagarles suites en el Hotel Ritz”, a lo que un veterano educador, le replicó: “ Sí, pero lo más importante es la educación”. Con varios pretextos, algunos ridículos y todos ellos con fines lucrativos, que van desde criaderos de ocas, hasta palacio de congresos, pasando por hotel de lujo y por supuesto, un campo de golf, estos chavales son como unos inquilinos molestos a los que una antigua renta impide desalojar.

El centro que hasta hace poco era una casa de acogida, “una casa con las puertas abiertas para entrar y salir”, se ha transformado en un centro de contención. Este centro es el único de su tipo en Asturias y uno de los pocos en España. Y ha empezado con polémica: la Asociación “Identidad para ellos” en el año 2004 denunció celdas de aislamiento en el centro. El presidente de esta demandó al ayuntamiento una inspección que corrobore la ejecución ilegal de la citada obra y mostró su más férrea oposición a estas celdas que tildó como “correctores de conducta” y recordó que el palacio “goza de protección integral por lo que estaría absolutamente prohibida la citada obra”. Por su parte la Consejería de Bienestar Social del Principado confirmó la construcción de las celdas a las que denominó “habitaciones de contención”.
Miraflores por sus características especiales a la vez que humanas y profesionales, es el escogido para acoger a chavales, un poco problemáticos, que no han podido adaptarse en sus distintos centros de acogida. Miraflores será una segunda oportunidad, un centro donde contener los momentos de rebeldía. Para ello ya esta sufriendo algunos cambios; habrá miembros de seguridad las 24 horas, esas “salas de aislamiento”, y un recorte más en la libertad que los chicos hasta ahora disfrutaban. Las puertas ya no estarán abiertas para todos.

jueves, 30 de julio de 2009

ONG Padrinos Asturianos: Barrio Oviedo




“Barrio Oviedo” es el título de un proyecto documental en el que quizás sea un personaje más, o una disculpa. Pero sí es el punto de partida para mostrar testimonialmente el trabajo empezado por José Pérez en la ajetreda ciudad de Cali, en el fértil Valle del Cauca, hace 60 años, mientras trabajaba primero como capellán y después como director de Relaciones Humanas y Sociales para un ingenio azucarero. Pérez, ahora con 83 años, había estudiado el comportamiento psicológico y sociológico de los empleados de la factoría. Sabía que deberían tener cierto decoro social para rendir más y mejor en sus trabajos y que se debería empezar por construirles una vivienda digna. Así con la colaboración de la empresa, de la Hermandad Obrera, también fundada por él, y de lo empleados, hoy dueños de las casas, construye un barrio para los 72 trabajadores más humildes. Un barrio de anchas calles y casas de planta baja con pequeña antojana situado en El Cerrito, a 40 minutos de Cali. Y con una particularidad en la que siempre hace hincapié: están construidas según las exigencias de la Convención de Bruselas de 1927, en la que decía, “que la vivienda del trabajador debe estar cerca pero fuera de las empresas y tener un pequeño huerto…”. Bajo el peso de esa idea lo construyó junto con sus hoy habitantes, aparte de para “desestresarse, botar corriente” y como una fuente más de ingresos. Estos huertos eran de entre 500 y 800 metros cuadrados y no era de extrañar encontrarse con un variopinto abanico de árboles frutales, hortalizas, verduras, incluso todo tipo de animales, siendo los cerdos, corderos y pollos los más habituales. En ese terreno dejó de edificar un lote, para cuando fuera posible, construir en él un Centro Asistencial y Cultural. Lo logró. Hace cuatro años y gracias al Ayuntamiento de Oviedo y a la Obra Social de Cajastur, pudo construir un gran centro con consultorio médico y odontológico, guardería infantil, entre otros servicios.
Hoy, en las calles del barrio Oviedo apenas quedan un puñado de aquellas casas intactas. Esas familias fueron creciendo y con ellas su vivienda. Muchas casas han doblado la altura y han dividido su huerto para que sus hijos construyeran sus hogares. Casi todos trabajan en el ingenio azucarero igual que lo hicieron sus padres, y la gran mayoría ya no como corteros de caña como ellos, sino trabajando como mandos intermedios gracias a sus estudios en el Centro de Formación Integral Providencia, construido por Jose Pérez y aquellos obreros junto a la Hermandad Obrera, justo enfrente del Oviedo colombiano.
El centro educacional surge hace más de 45 años, cuando se dio cuenta del verdadero problema en el Valle del Cauca y en el resto de países latinos: la falta de educación. Un cortero le dijo un día “Padre Pérez, no se preocupe por nosotros porque ya no hay remedio, mire si puede por nuestros hijos que no corran la misma perra suerte”. Los primeros beneficiarios del centro fueron esos hijos de los trabajadores de la azucarera, hoy trabajan con casi 4000 niños de todo el Valle y el sistema del centro, del que dicen el mejor en formación de líderes de desarrollo social y humano de Latinoamérica, ha sido implantado con gran éxito en países como Perú y Ecuador. El gobierno le condecoró por este trabajo educativo con la medalla Camilo Torre.
Pero al jubilarse y regresar a España sigue con el alma inquieta, necesita trabajar más por la infancia colombiana y funda Padrinos Asturianos. Una ong con sede en la capital asturiana y cuyo objetivo es apadrinar al mayor número posible de niños desamparados manteniéndoles un seguimiento y compromiso hasta reinsertarlos en la sociedad. Para ello cuentan con la Fundación Padrinos Asturianos en Cali, con un gran grupo de voluntarios que realizan los trabajos necesarios con las instituciones colaboradoras y las familias de los pequeños.
En el documental, Pérez visita a alguno de los 700 niños, de escasos recursos que la ong tiene apadrinados en la ciudad, entre los 5 y los 18 años atendidos debido al peligro que corren por causa de la drogadicción, el pandillaje, sicariato y diversas manifestaciones delictivas a las cuales se ven enfrentados. En el entorno suele haber, además, alto índice de mortalidad de jóvenes entre los 12 y los 25 años, comercio de armas, desempleo, analfabetismo, violencia familiar, prostitución y falta de condiciones adecuadas de vivienda. Para documentar esta parte, el trabajo se realizaba codo con codo con instituciones colaboradoras de Padrinos Asturianos como Manos Providentes, Funhimad, Formemos, ... En barrios denominados “calientes” como Siloé, El Retiro en Aguablanca, Terrón Colorado o el Jarillón, zonas donde por razones de seguridad era recomendable entrar con escolta policial. Si bien eran los mismos agentes quienes informaban a las pandillas, que se atravesaban celosos pero con cierta curiosidad, quien era el Padre Pérez y la labor que allí desarrollaba, manifestándose en ellos un ápice de respeto por él.
La mayoría de estos barrios son lo que llaman “invasiones”: asentamientos originados a lo largo de los años por la llegada al extrarradio de la ciudad de gente que busca oportunidad en la gran ciudad o desplazados por el conflicto armado. Son las zonas más pobres y necesitadas de la ciudad, los padres que pueden trabajar son los llamados informales, como vendedores ambulantes o recicladores de basura, que implica dejar solos a sus hijos.
Grave es la situación en el distrito de Aguablanca, donde la organización tiene casi un centenar de niños apadrinados, es uno de los lugares más poblados de la ciudad de Cali. Se caracteriza por el bajo nivel de la calidad de vida de sus habitantes y por un alto índice de violencia. Allí vive un buen número de personas afrocolombianas y llega mucha población desplazada. La adecuación de infraestructura urbana, es decir, la pavimentación de vías y la construcción de la vivienda son actividades realizadas por las mismas comunidades desplazadas y destechadas, que se han organizado para ello. El constante marginamiento se acompaña de un vacío institucional. Hoy la situación de violencia está marcada por la incursión de grupos paramilitares de derecha y de las FARC, de izquierda. Y también por la conformación de pandillas y de bandas de crimen organizado, estas últimas con actividades generalizadas en Cali.
El Padre Pérez , regresado hace unas semanas de su Oviedo colombiano, descubrió que a poco más de un kilómetro de su querido barrio surgió, como por generación espontánea, un nuevo barrio de invasión en el que viven en condiciones lamentables un número indefinido de familias: Techo Azul, por el color de los plásticos que cubren sus casas y que tiñe el hogar de ese color. Pérez necesita ayuda y en este momento su ong está haciendo un estudio sociológico sobre ese nuevo barrio para ver cómo poder ayudar, sobre todo a los niños que deambulan por sus inmundas callejuelas con hambre y sin escuela.




http://barriooviedo.blogspot.com/

miércoles, 13 de mayo de 2009

República Dominicana
















Reportaje: Retorno a Koufadou Senegal





Cuando Keba llegó a España, hace casi cuatro años, todavía su mirada se estremecía del miedo que había pasado en aquella patera que le trasladaba desde las costas de Mauritania a Fuerteventura. Pero el riesgo ha merecido la pena. Totalmente integrado en Asturias, donde ha ejercido de rey mago en la villa de Noreña y ha organizado junto a un buen puñado de amigos una campaña de recogida de material escolar para su pueblo, vuelve de vacaciones a Senegal, feliz, porque se va a reencontrar con su familia, su prometida, y feliz porque sabe que tendrá un nuevo estatus social.

El último mes es de locos, gestionando los trámites para renovar sus papeles, liquidando sus últimas ventas en su empleo ambulante, y sobre todo y para él casi lo más importante: recoger los encargos de sus compatriotas para entregar allí, bolsas y maletas llenas de todo tipo de recuerdos, dinero y material necesario para hacer la vida a las familias que lo esperan, un poco mas agradable. Un acuerdo tácito que cumplen a rajatabla él y cuantos hicieron tan largo camino.

El sábado 20 de enero pasado, es una fecha que difícilmente se le borrará de la memoria. Después de su bautismo en el aire, Asturias- Madrid y Madrid- Dakar, llega al aeropuerto de Yoff donde le esperan su hermano Mbemba de 18 años y un nutrido grupo de amigos y conocidos que le portarán sus numeroso y pesado equipaje. Los saludos de bienvenida no se corresponden con la distancia y los años fuera, pero la mirada de Keba no es la misma, rebosa una mezcla de nerviosismo y alegría desbordada.

Al día siguiente, la capital bulliciosa que le había recogido en la noche se le presenta con el habitual sonido de una calle con vida propia: vendedores de todo tipo de alimentos, objetos variopintos, como tapacubos para el coche o agua del grifo fría en bolsas de plástico. Keba no pierde el tiempo y sale a organizar el viaje para dirigirse a la capital de su región: Tambacounda, no sin antes hacer acopio de varios recados que su padre, con el que se comunica habitualmente, le ha asignado a través de su hermano en una organizada lista. Se le han cambiado los hábitos de consumo y a efectos monetarios es como un turista más, para muchos se ha convertido en un extranjero también en su país.

Cuatro días más tarde, localiza y convence a buen precio a un conductor y su Peugeot 504 ranchera para los 470 Km. que le separan de Tamba. Después de 13 horas de carretera en mal estado y con continuas paradas por averías de diversa índole, llega a la casa de Diba, su hermano mayor, una casa rectangular de planta baja y con una antojana donde le recibe su madre: Madioula. El recibimiento parece frío, muy frío, pero de emoción contenida, ella le introduce sus manos en un cuenco con agua que luego se bebe. Casi no se llegan a tocar.

Se comienza a correr la voz en el vecindario y llegan las primeras visitas con diverso interés; amigos, jefes de pueblo y de mezquita, niños y sobre todo mujeres y novicias que saben que trae algo para ellas de sus maridos y novios en España: ropa, cosméticos y sobres con dinero bien cerrado y con el nombre del destinatario, sus caras de satisfacción hablan por sí solas.

La estancia se alarga una semana, y llega el momento esperado, la última etapa hacia Koufadou. Ha alquilado un camión para el transporte de todos los familiares que ahí le esperaban, enseres, encargos en un sinfín de bultos y maletas, y por supuesto, el ajuar para la novia. Los 156 km de pista, que se harían normalmente en 6 horas, le llevó 13 entre averías y paradas para atender su compromiso con las familias de sus compañeros en la península. Los recibimientos en las aldeas son de una hospitalidad increíble y casi olvidada en Europa, en cada cabaña tiene que saludar uno por uno a todos los habitantes de ella, probar al menos la comida, beber de su agua y contarles a grandes rasgos la aventura y vivencia de su largo viaje.

Koufadou es una aldea de la etnia mandinga, ganadera y agrícola de unos 350 habitantes, la mayoría mujeres y niños. Unos 22 jóvenes se encuentran aquí en Asturias en la misma situación que Keba, y mandan regularmente el dinero que pueden para mantener a sus familias, generalmente numerosas, y cuando consiguen cierta estabilidad construyen una casa. En Koufadou solo hay dos, de momento, en medio de un mar de cabañas de adobe y paja, pero a buen seguro que pronto habrá más. En esta región las casas son de planta baja con muchas habitaciones y un pequeño patio. En su exterior tienen una antena parabólica de enormes dimensiones. Indica un nuevo estatus social, es su señal de identidad cual casa de indiano con sus palmeras en el oriente asturiano hace cien años.

La llegada de Keba revoluciona por unos días la aldea, se hace patente que su posición ha cambiado, el consejo de hombres lo celebran con el sacrificio en su honor de un toro y varios corderos, mientras las mujeres bailan al son de improvisados tambores que hacen de llamada para otros vecinos que rápidamente se suman al encuentro.

Sus visitas a sus vecinos son gratamente esperadas por ellos, un cortejo, entre los que se encuentra su padre, el jefe de la aldea, ancianos, y niños, le acompañan una a una por todas las viviendas, para casi todas tiene algún regalo, un detalle o simplemente un saludo especial desde España.

Después de dos semanas en el pueblo ya sabe que los compromisos le tendrán atareado más tiempo de lo estipulado, le queda pendiente supervisar la construcción de su casa, organizar la boda, demorada varias veces por razones “protocolarias”, con su prometida, y decenas de sobres con dinero que repartir en aldeas vecinas. Iba para tres meses pero ya ha avisado a sus compatriotas que volverá en un mínimo de seis, si por fín se casa no podrá volver hasta saber con certeza que ha dejado embarazada a su mujer. Pero a él no le importa, todo lo contrario, sabe que cuando vuelva a España no volverá a tener la misma bienvenida.


















martes, 12 de mayo de 2009

Techo Azul del río Amaime. Colombia

Techo azul el es nombre de una nueva invasión a menos de un kilómetro del Barrio Oviedo, y justo en la ladera del río Amaime. Sus toldos azules tiñen sus hogares de este color.











ONG Solidaridad con Benín. Fotografías.





















ONG Solidaridad con Benín

“Que encontréis lo que hayáis venido a buscar”. La frase, sabiduría popular africana compilada, corresponde al rey de los Baribá de Benín, pequeño país africano entre los más pobres del mundo. Fue su recibimiento a los integrantes de la ONG asturiana Solidaridad con Benín, que recorrió el país a principios de año durante tres semanas.El grupo asturiano, que lleva varios años de intenso trabajo en esta zona de África, realizaba su visita por la aldea de Fo-Bouré, dentro de un viaje para conocer el estado de los distintos proyectos de cooperación que están desarrollando.

Era el mes del Armatán, viento posterior a la época de las lluvias que tiñe de rojo los árboles y marca el final del invierno. Fo-Bouré es conocida también como la “aldea de la luz”, ya que en sus calles hay árboles sagrados muy utilizados en alimentación, vida social, farmacia y celebraciones religiosas, como son el karité y el neré, que destellan con la luz. Los árboles comparten protagonismo con unas farolas alimentadas por luz solar que un misionero logroñés, Juan Pablo López, les ha conseguido. No es extraño encontrar pupitres debajo de ellas: los jóvenes aprovechan su luz para estudiar por la noche.Solidaridad con Benín, que ahora tiene un grupo de trabajo en Colunga, ha elaborado en poco tiempo varios programas y proyectos de cooperación y ayuda al desarrollo para atajar las carencias que este país del África occidental sufre. Empezando por la educación, ya que la escolarización en Benín no llega al 50%.Especialmente sangrante es el caso de las niñas, que apenas estudian. En una familia, no todos los hijos se escolarizan. Sus progenitores eligen, y los niños tienen preferencias sobre ellas, que son necesarias para ayudar a la madre. Desde su infancia, van asumiendo responsabilidades, como ir a por leña, ayudar en la cocina y encargarse de sus hermanos más pequeños. No es de extrañar ver a una niña con su hermano a la espalda, hacer al mismo tiempo otras labores e incluso ir a la escuela con él a cuestas.En el 90% de los casos, el futuro de las niñas está muy claro: se casarán a los 14 años, le elegirán al marido, que en el mejor de los casos solo le doblará la edad, serán madres, trabajarán en el campo y se ocuparán del hogar. La mayoría de ellas sin saber leer ni escribir.

Por ello, y junto a las Dominicas de la Anunciata de Bembereké, encabezadas por la hermana Encarna Martínez, la ONG, sumando el esfuerzo de numerosas personas, instituciones y entidades en el Principado, ha colaborado para la construcción de varias escuelas-internado expresamente femeninas. La última en construcción, en la región de Sinandé, albergará unas 120 niñas y ha sido posible gracias al apoyo del Ayuntamiento de Oviedo y del Principado de Asturias. Otras anteriores fueron posibles gracias a Siero, Noreña y Castrillón.La educación es un factor clave para el África del mañana. Solidaridad con Benín se vuelca en estos proyectos, muchos de los cuales fueron supervisados por sus responsables durante el último viaje. En estos momentos, están construyendo aulas en las aldeas, promoviendo campañas de sensibilización a los padres en la necesidad de enviar a estudiar a sus hijos, y, sobre todo, revalorizando el papel de las niñas. Por eso el viaje se aprovechó para inaugurar varias escuelas.En la ciudad de Parakoe, la más importante del norte del país, vive desde octubre el ovetense Pepe Tartiere, voluntario de la organización, creando, ejecutando y evaluando proyectos junto a Christian Hounkpatín, beninés licenciado en económicas que trabaja para la ONG, en el que cabe destacar la construcción y puesta en marcha de un colegio mayor masculino que da cabida a unos 15 alumnos, todos ellos estudiantes universitarios. A los pocos días de la inauguración, se había corrido la voz de que estaban en plena clase de español y el número de asistentes se multiplicó. Todos empezaban sus primeras clases aprendiendo a conjugar el verbo amar.

Cada africano es un filósofo. La sabiduría africana, transmitida de generación en generación por tradición oral, rezuma en cada conversación, en las formas de vida. Cada dicho pretende transmitir una enseñanza concreta para la vida, como los cuentos con moraleja. Por eso la ONG ha desarrollado programas de formación de las poblaciones respetando su tradición y su medio natural, contratando monitoras que expliquen con métodos sencillos diversos valores pedagógicos. Con dibujos y esquemas básicos muestran a grupos de mujeres las mejoras sanitarias que pueden realizar, ya sea como comadronas o en el cuidado de sus hijos. Solidaridad con Benín ha inaugurado, con gran algarabía para los beneficiados, varios dispensarios para la maternidad en la zona rural de Gorobaani y Moosi, en la región de Sinandé, financiados por la Obra Social de Cajastur.Dentro del programa de producción agropecuaria han propiciado tres cooperativas femeninas en otras tantas aldeas de la región de Bembereké, para la transformación con maquinaria del Karité, elemento esencial en su dieta, también usada en cosmética. La ONG también se ha encargado de dar a las cooperativistas conocimientos y preparación respecto a la gestión y previsión del negocio en un país que vive principalmente de la exportación de algodón.

Cuando se toma cualquier carretera, los restos de la fibra textil, que destellan con la luz, señalan el camino. El rey de los Baribá tenía razón. El grupo asturiano encontró lo que había ido a buscar: aún queda mucho por hacer.

Publicado en La Nueva España el sábado 21 de junio de 2008