miércoles, 13 de mayo de 2009

República Dominicana
















Reportaje: Retorno a Koufadou Senegal





Cuando Keba llegó a España, hace casi cuatro años, todavía su mirada se estremecía del miedo que había pasado en aquella patera que le trasladaba desde las costas de Mauritania a Fuerteventura. Pero el riesgo ha merecido la pena. Totalmente integrado en Asturias, donde ha ejercido de rey mago en la villa de Noreña y ha organizado junto a un buen puñado de amigos una campaña de recogida de material escolar para su pueblo, vuelve de vacaciones a Senegal, feliz, porque se va a reencontrar con su familia, su prometida, y feliz porque sabe que tendrá un nuevo estatus social.

El último mes es de locos, gestionando los trámites para renovar sus papeles, liquidando sus últimas ventas en su empleo ambulante, y sobre todo y para él casi lo más importante: recoger los encargos de sus compatriotas para entregar allí, bolsas y maletas llenas de todo tipo de recuerdos, dinero y material necesario para hacer la vida a las familias que lo esperan, un poco mas agradable. Un acuerdo tácito que cumplen a rajatabla él y cuantos hicieron tan largo camino.

El sábado 20 de enero pasado, es una fecha que difícilmente se le borrará de la memoria. Después de su bautismo en el aire, Asturias- Madrid y Madrid- Dakar, llega al aeropuerto de Yoff donde le esperan su hermano Mbemba de 18 años y un nutrido grupo de amigos y conocidos que le portarán sus numeroso y pesado equipaje. Los saludos de bienvenida no se corresponden con la distancia y los años fuera, pero la mirada de Keba no es la misma, rebosa una mezcla de nerviosismo y alegría desbordada.

Al día siguiente, la capital bulliciosa que le había recogido en la noche se le presenta con el habitual sonido de una calle con vida propia: vendedores de todo tipo de alimentos, objetos variopintos, como tapacubos para el coche o agua del grifo fría en bolsas de plástico. Keba no pierde el tiempo y sale a organizar el viaje para dirigirse a la capital de su región: Tambacounda, no sin antes hacer acopio de varios recados que su padre, con el que se comunica habitualmente, le ha asignado a través de su hermano en una organizada lista. Se le han cambiado los hábitos de consumo y a efectos monetarios es como un turista más, para muchos se ha convertido en un extranjero también en su país.

Cuatro días más tarde, localiza y convence a buen precio a un conductor y su Peugeot 504 ranchera para los 470 Km. que le separan de Tamba. Después de 13 horas de carretera en mal estado y con continuas paradas por averías de diversa índole, llega a la casa de Diba, su hermano mayor, una casa rectangular de planta baja y con una antojana donde le recibe su madre: Madioula. El recibimiento parece frío, muy frío, pero de emoción contenida, ella le introduce sus manos en un cuenco con agua que luego se bebe. Casi no se llegan a tocar.

Se comienza a correr la voz en el vecindario y llegan las primeras visitas con diverso interés; amigos, jefes de pueblo y de mezquita, niños y sobre todo mujeres y novicias que saben que trae algo para ellas de sus maridos y novios en España: ropa, cosméticos y sobres con dinero bien cerrado y con el nombre del destinatario, sus caras de satisfacción hablan por sí solas.

La estancia se alarga una semana, y llega el momento esperado, la última etapa hacia Koufadou. Ha alquilado un camión para el transporte de todos los familiares que ahí le esperaban, enseres, encargos en un sinfín de bultos y maletas, y por supuesto, el ajuar para la novia. Los 156 km de pista, que se harían normalmente en 6 horas, le llevó 13 entre averías y paradas para atender su compromiso con las familias de sus compañeros en la península. Los recibimientos en las aldeas son de una hospitalidad increíble y casi olvidada en Europa, en cada cabaña tiene que saludar uno por uno a todos los habitantes de ella, probar al menos la comida, beber de su agua y contarles a grandes rasgos la aventura y vivencia de su largo viaje.

Koufadou es una aldea de la etnia mandinga, ganadera y agrícola de unos 350 habitantes, la mayoría mujeres y niños. Unos 22 jóvenes se encuentran aquí en Asturias en la misma situación que Keba, y mandan regularmente el dinero que pueden para mantener a sus familias, generalmente numerosas, y cuando consiguen cierta estabilidad construyen una casa. En Koufadou solo hay dos, de momento, en medio de un mar de cabañas de adobe y paja, pero a buen seguro que pronto habrá más. En esta región las casas son de planta baja con muchas habitaciones y un pequeño patio. En su exterior tienen una antena parabólica de enormes dimensiones. Indica un nuevo estatus social, es su señal de identidad cual casa de indiano con sus palmeras en el oriente asturiano hace cien años.

La llegada de Keba revoluciona por unos días la aldea, se hace patente que su posición ha cambiado, el consejo de hombres lo celebran con el sacrificio en su honor de un toro y varios corderos, mientras las mujeres bailan al son de improvisados tambores que hacen de llamada para otros vecinos que rápidamente se suman al encuentro.

Sus visitas a sus vecinos son gratamente esperadas por ellos, un cortejo, entre los que se encuentra su padre, el jefe de la aldea, ancianos, y niños, le acompañan una a una por todas las viviendas, para casi todas tiene algún regalo, un detalle o simplemente un saludo especial desde España.

Después de dos semanas en el pueblo ya sabe que los compromisos le tendrán atareado más tiempo de lo estipulado, le queda pendiente supervisar la construcción de su casa, organizar la boda, demorada varias veces por razones “protocolarias”, con su prometida, y decenas de sobres con dinero que repartir en aldeas vecinas. Iba para tres meses pero ya ha avisado a sus compatriotas que volverá en un mínimo de seis, si por fín se casa no podrá volver hasta saber con certeza que ha dejado embarazada a su mujer. Pero a él no le importa, todo lo contrario, sabe que cuando vuelva a España no volverá a tener la misma bienvenida.


















martes, 12 de mayo de 2009

Techo Azul del río Amaime. Colombia

Techo azul el es nombre de una nueva invasión a menos de un kilómetro del Barrio Oviedo, y justo en la ladera del río Amaime. Sus toldos azules tiñen sus hogares de este color.











ONG Solidaridad con Benín. Fotografías.





















ONG Solidaridad con Benín

“Que encontréis lo que hayáis venido a buscar”. La frase, sabiduría popular africana compilada, corresponde al rey de los Baribá de Benín, pequeño país africano entre los más pobres del mundo. Fue su recibimiento a los integrantes de la ONG asturiana Solidaridad con Benín, que recorrió el país a principios de año durante tres semanas.El grupo asturiano, que lleva varios años de intenso trabajo en esta zona de África, realizaba su visita por la aldea de Fo-Bouré, dentro de un viaje para conocer el estado de los distintos proyectos de cooperación que están desarrollando.

Era el mes del Armatán, viento posterior a la época de las lluvias que tiñe de rojo los árboles y marca el final del invierno. Fo-Bouré es conocida también como la “aldea de la luz”, ya que en sus calles hay árboles sagrados muy utilizados en alimentación, vida social, farmacia y celebraciones religiosas, como son el karité y el neré, que destellan con la luz. Los árboles comparten protagonismo con unas farolas alimentadas por luz solar que un misionero logroñés, Juan Pablo López, les ha conseguido. No es extraño encontrar pupitres debajo de ellas: los jóvenes aprovechan su luz para estudiar por la noche.Solidaridad con Benín, que ahora tiene un grupo de trabajo en Colunga, ha elaborado en poco tiempo varios programas y proyectos de cooperación y ayuda al desarrollo para atajar las carencias que este país del África occidental sufre. Empezando por la educación, ya que la escolarización en Benín no llega al 50%.Especialmente sangrante es el caso de las niñas, que apenas estudian. En una familia, no todos los hijos se escolarizan. Sus progenitores eligen, y los niños tienen preferencias sobre ellas, que son necesarias para ayudar a la madre. Desde su infancia, van asumiendo responsabilidades, como ir a por leña, ayudar en la cocina y encargarse de sus hermanos más pequeños. No es de extrañar ver a una niña con su hermano a la espalda, hacer al mismo tiempo otras labores e incluso ir a la escuela con él a cuestas.En el 90% de los casos, el futuro de las niñas está muy claro: se casarán a los 14 años, le elegirán al marido, que en el mejor de los casos solo le doblará la edad, serán madres, trabajarán en el campo y se ocuparán del hogar. La mayoría de ellas sin saber leer ni escribir.

Por ello, y junto a las Dominicas de la Anunciata de Bembereké, encabezadas por la hermana Encarna Martínez, la ONG, sumando el esfuerzo de numerosas personas, instituciones y entidades en el Principado, ha colaborado para la construcción de varias escuelas-internado expresamente femeninas. La última en construcción, en la región de Sinandé, albergará unas 120 niñas y ha sido posible gracias al apoyo del Ayuntamiento de Oviedo y del Principado de Asturias. Otras anteriores fueron posibles gracias a Siero, Noreña y Castrillón.La educación es un factor clave para el África del mañana. Solidaridad con Benín se vuelca en estos proyectos, muchos de los cuales fueron supervisados por sus responsables durante el último viaje. En estos momentos, están construyendo aulas en las aldeas, promoviendo campañas de sensibilización a los padres en la necesidad de enviar a estudiar a sus hijos, y, sobre todo, revalorizando el papel de las niñas. Por eso el viaje se aprovechó para inaugurar varias escuelas.En la ciudad de Parakoe, la más importante del norte del país, vive desde octubre el ovetense Pepe Tartiere, voluntario de la organización, creando, ejecutando y evaluando proyectos junto a Christian Hounkpatín, beninés licenciado en económicas que trabaja para la ONG, en el que cabe destacar la construcción y puesta en marcha de un colegio mayor masculino que da cabida a unos 15 alumnos, todos ellos estudiantes universitarios. A los pocos días de la inauguración, se había corrido la voz de que estaban en plena clase de español y el número de asistentes se multiplicó. Todos empezaban sus primeras clases aprendiendo a conjugar el verbo amar.

Cada africano es un filósofo. La sabiduría africana, transmitida de generación en generación por tradición oral, rezuma en cada conversación, en las formas de vida. Cada dicho pretende transmitir una enseñanza concreta para la vida, como los cuentos con moraleja. Por eso la ONG ha desarrollado programas de formación de las poblaciones respetando su tradición y su medio natural, contratando monitoras que expliquen con métodos sencillos diversos valores pedagógicos. Con dibujos y esquemas básicos muestran a grupos de mujeres las mejoras sanitarias que pueden realizar, ya sea como comadronas o en el cuidado de sus hijos. Solidaridad con Benín ha inaugurado, con gran algarabía para los beneficiados, varios dispensarios para la maternidad en la zona rural de Gorobaani y Moosi, en la región de Sinandé, financiados por la Obra Social de Cajastur.Dentro del programa de producción agropecuaria han propiciado tres cooperativas femeninas en otras tantas aldeas de la región de Bembereké, para la transformación con maquinaria del Karité, elemento esencial en su dieta, también usada en cosmética. La ONG también se ha encargado de dar a las cooperativistas conocimientos y preparación respecto a la gestión y previsión del negocio en un país que vive principalmente de la exportación de algodón.

Cuando se toma cualquier carretera, los restos de la fibra textil, que destellan con la luz, señalan el camino. El rey de los Baribá tenía razón. El grupo asturiano encontró lo que había ido a buscar: aún queda mucho por hacer.

Publicado en La Nueva España el sábado 21 de junio de 2008